La sangre cubría las manos de Anastasia, el cuchillo yacía a sus pies, y el cuerpo destrozado de Rebecca gimoteaba en el suelo. El horror de lo que había hecho la golpeó con una fuerza abrumadora. Sus ojos se fijaron en Ellis, el terror suplantando la furia. Desconocía qué la embargó para hacer semejante cosa. Ella nunca había matado, no… ¡Eso no contaba! Ella no era una asesina. Ella solo se defendió de lo que Rebecca quería, y acunando su vientre, Anastasia tragó grueso y más lágrimas cayeron.
—¿Qué… hice? —susurró Anastasia, su voz apenas un hilo, antes de que la oscuridad la reclamara.
Sus ojos se cerraron, y su cuerpo se desplomó inconsciente.
Ellis, magullado y dolorido, se levantó con dificultad. Su visión aún era borrosa, pero la escena frente a él era inconfundible. Rebecca, desangrándose, y Anastasia, inconsciente, pero viva. Se tambaleó hacia Anastasia, la levantó con una urgencia brutal, pero con delicadeza, su cuerpo débil por la sedación y el shock.
—¡Adams! ¡Johnson! —g