Había pasado más de un mes desde que Anastasia y Vance escaparon de ese infierno, pero la atmósfera de opresión aún se sentía palpable. Los hombres de Dmitri habían llevado a Depredador allí, arrastrándolo como un animal salvaje capturado.
Colgaba del mismo techo donde Vance había sufrido sus golpes con aquel tubo, sus tobillos atados con gruesas cuerdas, su cuerpo balanceándose lentamente. Su rostro, antes lleno de arrogancia, ahora estaba hinchado y amoratado por los golpes iniciales con un tubo de metal, cortesía de los hombres de Dmitri, replicando la brutalidad que él mismo había infligido con ellos.
Anastasia observaba la escena con el corazón latiéndole con una mezcla de rabia y un frío escalofrío. La sed de venganza que la había consumido durante semanas se sentía ahora como un peso helado en su pecho. Desde Ellis, había quedado ansiosa de sangre; ansiedad que solo la tortura hacia Depredador saciaría.
—¡Basta! —ordenó Anastasia, su voz resonando en el silencio de la cabaña. L