Nueve Años Atrás
.
La luz tenue de una lámpara de escritorio, un halo de calidez artificial, iluminaba el despacho. El aire, denso y cargado de un aroma a cuero, a papel viejo y a la tensión palpable entre dos extraños, se sentía pesado en los pulmones.
Nathaniel Vance, un hombre de veintiocho años con la ambición ardiendo en sus ojos, se sentó frente a Anastasia, de veinticuatro. Los había dejado solos en la habitación para que hablaran de su futuro, un futuro que no habían elegido, un futuro que se había decidido en una sala de juntas, con mapas y contratos.
Anastasia, con su espalda recta y una postura que irradiaba una fría confianza, rompió el silencio. No había nerviosismo en su voz, solo una determinación brutal. Había sido criada como una mujer que tomaba el control de las cosas, que no se dejaba someter, y en especial que no permitía que personas como Vance tomaran el control. Ese matrimonio era un convenio, nada más.
—No quiero amor, citas, ni romance, Nathaniel. A mí, por s