82. La Confesión de Diego
Al quinto día de su silencio autoimpuesto, Diego apareció en el estudio de Isidora sin avisar. Ella escuchó el timbre insistente y, al ver por la mirilla, sintió su corazón acelerar dolorosamente.

Abrió la puerta lentamente.

—Diego.

—Sé que pediste espacio —comenzó él, sus palabras saliendo apresuradas—. Y he intentado respetarlo. Pero no puedo más. Necesito que me mires a los ojos mientras te explico qué pasó realmente.

Isidora consideró cerrar la puerta directamente. Pero otra parte de ella, la parte que todavía lo amaba a pesar de todo, necesitaba escuchar.

—Entra. Cinco minutos.

—Todo el tiempo que me des.

Se sentaron en su pequeña sala. Diego en el sofá. Isidora en la silla individual más alejada, brazos cruzados defensivamente.

—Amy me contactó por mensaje —comenzó Diego sin preámbulos—. Dijo que estaba en crisis emocional, que necesitaba consejo urgentemente. Yo, siendo el idiota empático que soy, acepté tomar café con ella en lugar público.

—¿Por qué no me lo dijiste antes de i
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