52. La Visita al Convento
Isidora despertó el lunes con un peso en el pecho que no la dejaba respirar. Las palabras de Amy seguían resonando en su mente como campanas funerarias. Las dudas sobre Diego se habían instalado en algún lugar oscuro de su cerebro, creciendo como moho.
Necesitaba claridad. Paz. Algo que el taller y los diseños no podían darle.
Se vistió con ropa simple, una falda larga color azul marino y una blusa blanca. Tomó su bolso y bajó las escaleras sin desayunar.
Caterina la interceptó en el vestíbulo.
—Señorita Almonte, la señora Julieta preguntó si podía...
—Dile que salí. Volveré esta tarde.
—¿A dónde va? Por si preguntan.
Isidora vaciló. No quería mentir, pero tampoco quería explicar.
—A un lugar donde puedo pensar con claridad.
Tomó un taxi hasta las afueras de Barcelona, donde el Convento de Santa Teresa se alzaba en una colina rodeada de jardines. Era temprano, apenas las nueve de la mañana, y el sol de octubre bañaba las paredes de piedra con luz dorada.
Isidora había estado allí docen