ANTONELLA
Suena un celular en alguna parte de la habitación, es hasta que lo veo salir por una de las puertas que hay más, con el móvil en la mano viendo la pantalla.
Al parecer ha recibido una llamada, pero en vez de responderla, envía un mensaje porque lo veo cómo mueve los dedos mientras escribe algo.
Lo observo unos segundos y sin mirarme siquiera o decirme algo, se marcha. Ni suelta una orden, ni una amenaza. Solo se va.
Y eso me enoja más de lo que debería.
No voy a quedarme aquí. No en este maldito lugar. No en su guarida de lobo. En cuanto la puerta se cierra tras él, me levanto de la silla con el cuerpo todavía tenso y corro directo hacia ella.
Giro el picaporte varias veces haciéndolo con fuerza, empujo con el hombro, incluso golpeo. Pero no consigo nada. Está bloqueada desde afuera.
El desgraciado me dejó sola; sin embargo se aseguró de dejarme bajo llave para que no escapara.
—Mierd@... —murmuro entre dientes, con la rabia colgando de cada sílaba.
No voy a