Capitulo:El Beso de la Venganza
La sala de reuniones de la oficina central del Cinco Estrellas estaba abarrotada.
Inversionistas, ingenieros, encargados de obra, abogados, inspectores del ministerio…
Cada uno ocupaba su silla como si el aire mismo fuera un campo de batalla invisible.
Nicolás se sentó al fondo, sereno, mientras Fabricio tomaba la palabra con una falsa solemnidad.
—Estamos aquí para proteger el proyecto —dijo Castiglioni, paseándose como un predador ansioso—. No podemos permitir negligencias que manchen nuestro nombre.
Algunos ingenieros cruzaron miradas incómodas.
Otros bajaron la cabeza.
La tensión era tan densa que parecía que podían cortarla con un cúter.
Uno de los encargados de obra, un tipo robusto y curtido, alzó la voz:
—Si me permiten —dijo, dirigiéndose a todos—, el Capataz Martínez siempre supervisó todo. Jamás nos dejó solos. Esto… esto fue raro. Muy raro.
Varios obreros asentían en silencio desde la puerta, desafiando a las miradas de los abogados del min