Capítulo — Un Fin de Semana de Ellos
La casa estaba en calma. El sábado había comenzado con el desayuno donde, entre nervios y sonrisas, Alejandro le había pedido a Julia que fueran novios. Ella había aceptado con esa prudencia que la caracterizaba, aclarando que lo harían “despacio”. Pero la chispa ya estaba encendida, y los dos lo sabían.
Desde entonces, la convivencia fluyó con una naturalidad sorprendente. Alejandro, que hasta ese día había dormido en el hotel, decidió quedarse en la casita de Julia. Cocinaba, ayudaba en lo que podía y, sobre todo, buscaba la forma de hacerla reír.
—Contame, ¿qué te gusta comer, Julia? —preguntó él mientras revisaba la heladera.
—Me gusta casi todo… menos el pescado.
—¿En serio? ¡A mí me encanta! —se rió.
—Bueno, yo no le voy a cocinar pescado a Julián. Así que vos le enseñás o lo llevás a comer a algún lado —respondió ella con picardía.
—Hecho —contestó Alejandro, inclinándose para besarla. No perdía oportunidad de acariciar su vientre y