Capítulo – Bajo un techo digno está el proyecto del corazón
Esa noche, la casa de los Martínez estaba más viva que nunca. No por el bullicio, ni por el ruido, sino por lo que latía bajo cada mirada, cada palabra, cada gesto compartido en la mesa familiar.
Alejandra había regresado del barrio Los Tréboles con algo más que polvo en los zapatos y planos bajo el brazo ella volvió con una determinación nueva, se sentía más fuerte y más clara. Como si toda su vida —las caídas, los miedos, los silencios— la hubieran preparado para este momento.
Franco Martínez, su padre, había servido café con leche para todos. Ana, su madre, había hecho budín de naranja. Nicolás se sentó al lado de su hermana con esa expresión que usaba cuando estaba orgulloso sin querer demostrarlo demasiado.
—¿Y? —preguntó Franco, con su tono sereno de hombre de decisiones—. ¿Cómo lo viste?
Alejandra bajó su taza y soltó:
—Papá… eso no es un consultorio. Es un milagro sostenido con cinta de embalar. El doctor h