Capítulo – El consultorio de los sueños
—¿Estás seguro de que querés hacerlo así, sin que se entere? —preguntó Alejandra, con una ceja en alto, mientras ajustaba los planos sobre su carpeta—. Podrías habérselo dicho directamente.
Nicolás le guiñó un ojo mientras estacionaba la camioneta a la entrada del terreno.
—Quiero que se sorprenda. Él no pide nada para él. Pero esta vez, alguien tiene que devolverle algo de todo lo que da.
La calle de tierra levantaba un poco de polvo. El sol caía de lleno sobre el barrio Los Tréboles, y los árboles viejos proyectaban sombras irregulares sobre los portones oxidados y las veredas rotas. Alejandra bajó del vehículo con su bolso cruzado, vestida con jeans, zapatillas y una remera clara. Nada la distinguía como ingeniera… excepto su paso seguro.
En una de las esquinas, al lado de un terreno con pasto alto, se alzaba un pequeño refugio improvisado. Una construcción simple, con bloques sin revocar, techos de chapa y una lona que hacía de antesal