23:05 hs. - Salomé.
Nadie hablaba, ninguno levantaba la cabeza de su plato. Damián había escarmentado de la última vez y ya casi no me decía nada fuera de lo trivial cuando estaba Fer presente, salvo las coletillas cariñosas de toda la vida. Este, a diferencia de mi novio, no había dicho ni una palabra en toda la cena. Estaba enfadado, se notaba. Era mi culpa, tal vez, porque le había prometido que íbamos a hacer nuestras cositas esa tarde; pero, por una cosa u otra, en ningún momento pude encontrar un rato para estar con él. Y si a eso le sumábamos que Damián había llegado mucho más temprano de lo habitual...
—Muy buena la comida, como siempre, Fer —dijo mi chico, supongo que para romper un poco el silencio que se había creado.
—Gracias, jefe —respondió él, fingiendo una sonrisa.
Quizás había demasiada tensión para lo que venían siendo los últimos días, por eso entendí que lo mejor era terminar con la cena lo más rápido posible y me puse a recoger la mesa. Las cosas entre los tres es