Puedes tocarme...

17:35 hs. - Salomé.

—¿Guille...?

La habitación estaba muy desordenada: bolsas de aperitivos por todos lados, botellas vacías, pilas amontonadas de ropa encima de la cama... Un auténtico desastre. Además olía mal, muy mal. A encierro, a humanidad... Olía a hombre que echaba para atrás.

—¿Guillermo? —volví a llamarlo, esta vez tocándole un poco el hombro.

El chico giró un poco la cabeza y casi se cae de la silla del respingo que dio. Tal y como había anticipado la madre, cerró el juego, soltó el ratón y tiró los cascos encima de la mesa. No era la reacción que esperaba en un principio, pero de momento me servía.

—¿Qué haces aquí? Le dije a mi madre que no te llamara... —dijo, intentando mirarme a los ojos, pero sin éxito.

—Bueno, pero aquí estoy. Mariela me dijo que no estás muy bien, ¿es verdad? —le pregunté. No era que desconfiara en la palabra de su madre, pero así pretendía acercarme un poco mejor a él. Me senté en su cama y esperé su respuesta.

—Estoy igual que siempre. Gracias por
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