El balcón se encontraba a la izquierda de todo del salón. Para acceder a él había que cruzar un gran ventanal que mantenía cubierto por también una gran cortina naranja oscura. Una vez afuera, lo primero que hice fue respirar de manera aparatosa, consiguiento sacarle una pequeña carcajada a Fer. Cuando terminó de reír, me quiso imitar; pero terminó estallando de risa de nuevo. Yo me reí con él y le solté un par de golpecitos en el brazo por haberse burlado. Ya pasado el momento vacilón, nos acodamos en la barandilla y nos quedamos mirando el horizonte un buen rato.
—Qué vistas, ¿eh? —dijo él.
—Es lo mejor que tiene vivir en un octavo —respondí.
—Es la primera vez que salgo de noche acá.
—¿Sí? Yo solía salir mucho cuando esperaba por las noches a... —me fren&eacut