Abrí los ojos lentamente, haciendo un esfuerzo monumental, y me reacomodé en la cama. Miré hacia la persiana; hacia los pequeños orificios de cada división, pero no había rastro de rayos de sol filtrándose entre ellos. Me giré un poco, estiré la mano a la mesita de noche y cogí el móvil.
—Dos de la mañana...
No era ni por asomo la ahora a la que pretendía despertarme. Me giré sobre mí misma, me abracé a la almohada e intenté dormirme de nuevo. Diez minutos después volví a abrir los ojos repentinamente. Una vez más revisé la hora y pronuncié un par de malas palabras con la cabeza hundida en la sábana al comprobar que el tiempo apenas había pasado. Me giré, por enésima vez, y me abracé a Damián; que dormía silenciosamente a mi lado con mi gata Luna acurrucada junto