Gracia
Hice una mueca, sintiendo el dolor entre mis piernas. Incluso con tantas heridas, él había sido implacable e insaciable.
Terminamos teniendo sexo en su habitación otra vez, antes de que finalmente llamara a Lucas para que le vendara las heridas.
Me quedé allí, tratando de entender lo que pasaba, mientras él me limpiaba el cuerpo con un paño húmedo.
No hablé, y él no me presionó, hasta que al final, nos encontramos en la misma cama.
Ahora, estaba acostado a mi lado, con su mano tan cerca de la mía. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, negándose a calmarse.
—Entonces, ¿cómo llamamos a lo que pasó entre nosotros? ¿Es algo de una sola vez o qué? —Apreté las sábanas.
—Quiero que te quedes a mi lado. Puedes quedarte como quieras, Mariposa. Puedes ser mi novia... o mi esposa. No me... importa. —Su voz ronca y cansada resonó en la habitación silenciosa.
Mi corazón saltó un latido. ¿Novia o esposa...?
Ambos títulos me asustaban. Y el hecho de que Carmen estuviera aterrorizada por lo