Gracia
—Desaparecer en mi segundo día de trabajo no dejará una buena impresión, ¿verdad? —me mordí el labio inferior.
Más temprano, después de hablar con Esteban por teléfono, perdí la cabeza y corrí a denunciarlo a él y a Lucía. Ni siquiera le avisé al Señor Castillo que me tomaría el día libre.
No dudaba que después me colgaría por eso.
—Su permiso fue aprobado por el director general, Señorita Navarro. No se preocupe —respondió Lucas en lugar de Tristán, quien estaba ocupado con sus interminables documentos.
Le eché un vistazo a su rostro concentrado y suspiré. —Eso solo empeora las cosas.
Haciendo pucheros, me dejé caer en mi asiento y solté otro suspiro exagerado.
—Lucas, la Señorita Navarro tiene hambre —dijo Tristán con un tono ocupado y distante.
—¿Quién dijo que...?
—Enseguida, jefe —me interrumpió Lucas.
Apreté los labios en una línea fina y crucé los brazos sobre el pecho. Era claro que nadie me estaba escuchando, así que no tenía sentido hablar.
Al cabo de un rato, me bajé