Laura Visconti toma una decisión desgarradora: abandona a su esposo, Martín, en el momento más crítico de sus vidas, persiguiendo un sueño de fama y fortuna como modelo. Seis años después, regresa a su hogar, no solo con un pequeño hijo, Lucas, sino también con un corazón lleno de anhelos y la determinación de reconstruir su vida. Su madre, enferma, y la necesidad de ofrecerle a Lucas la estabilidad que tanto necesita la impulsan a buscar redención.Sin embargo, el reencuentro con Martín no será fácil. La chispa entre ellos resurge con fuerza, pero también lo hace el profundo resentimiento que él siente por su traición. Martín ha estado lidiando con su dolor y su odio, decidido a castigar a Laura por el sufrimiento que le causó.¿Podrá el amor verdadero superar el rencor y las heridas del pasado? A medida que los secretos se desvelan y las emociones se intensifican, Laura y Martín se enfrentan a la pregunta más difícil: ¿Es posible perdonar y darse otra oportunidad, o el sacrificio de un amor perdido es irreversible?
Leer másA chuva caía fina sobre Paris, tingindo de nostalgia as ruas de pedras antigas e vitrines iluminadas. Dentro do La Belle Lumière, um dos restaurantes mais elegantes da cidade, a atmosfera contrastava com o frio lá fora. O ambiente era aquecido pelo aroma de pratos sofisticados, pelo tilintar de taças de cristal e pelo murmúrio educado dos clientes endinheirados. Para Camila Duarte, no entanto, aquela noite era como qualquer outra — mais uma em que ela corria entre mesas com um sorriso ensaiado no rosto e os pés doendo nos sapatos baratos.
— Mesa sete, Camila. Cliente novo, cara fechada, pediu o cardápio sem nem olhar na sua cara. Boa sorte com esse aí. — murmurou Júlia, sua colega de trabalho, piscando com ironia. Camila pegou o cardápio de couro e respirou fundo. Ela estava acostumada com aquele tipo de cliente: homens de negócios, arrogantes e silenciosos, que a tratavam como invisível. Mas ela precisava do emprego. A mãe estava em casa, doente, e as contas se empilhavam sem piedade. Aproximou-se da mesa sete com passos firmes, sentindo o tecido apertado do uniforme colar na pele devido ao calor do salão. Quando chegou, o homem ainda não havia sequer tirado o sobretudo escuro. Ele estava inclinado para trás na cadeira de couro, uma taça de vinho tinto à frente, e olhos que a observaram com frieza — olhos que pareciam julgá-la em silêncio. — Boa noite, senhor. Gostaria de ver o cardápio da casa? — ela ofereceu com a voz neutra. Ele pegou o cardápio sem responder, mas seus olhos não saíram do rosto dela. Havia algo naquele olhar — não era interesse, nem desejo. Era… curiosidade. Camila manteve a compostura, mas um arrepio involuntário percorreu sua espinha. Não era comum sentir-se observada daquela forma. — Volto em alguns minutos para anotar seu pedido. — ela disse, virando-se para sair. — Camila, não é? — a voz dele a deteve. Grave, pausada, sem sotaque definido. Ela se virou devagar, surpresa. — Sim... senhor. — Está trabalhando aqui há quanto tempo? A pergunta a pegou desprevenida. Os clientes raramente queriam saber algo sobre ela — e quando queriam, normalmente era para flertar. Mas o tom dele era diferente. Frio. Como se estivesse analisando uma peça de xadrez. — Há quase um ano — respondeu, cautelosa. — Precisa de alguma recomendação? Ele a encarou por mais um segundo antes de desviar os olhos para o cardápio. — Não. Pode trazer o prato do chef. Sem entrada. E mais vinho. Camila assentiu e se afastou. Sentia os olhos dele queimando suas costas, e não sabia explicar por quê, mas algo naquele homem a deixava inquieta. Ele parecia... deslocado. Como se estivesse ali por um motivo que não tinha nada a ver com o jantar. Leonardo Aragon observou Camila até que ela desaparecesse pela porta da cozinha. Seu disfarce era impecável: nada de segurança, nada de terno italiano feito sob medida, nada de seu sobrenome em destaque. Apenas um homem comum, sentado em um restaurante onde ela jamais saberia quem ele realmente era. O irmão dela — o falecido Marco Duarte — havia trabalhado para um de seus concorrentes. Leonardo sabia de histórias. De rumores. E agora que Marco estava morto, Camila parecia ser a peça que faltava para desvendar o que de fato havia acontecido. Mas quando ele a viu pela primeira vez, não esperava encontrá-la... daquele jeito. Ela não era apenas bonita — era real. Tinha um olhar que misturava cansaço com orgulho. Os cabelos castanhos estavam presos em um coque improvisado, algumas mechas escapando e moldando seu rosto de traços suaves. Não usava maquiagem em excesso, nem tentava agradar ninguém. Era diferente das mulheres que costumavam se aproximar dele como abelhas famintas por mel. Talvez por isso, ele não conseguiu desviar o olhar. “Não se envolva”, alertou-se mentalmente. “Ela é apenas uma peça. Nada além disso.” Camila entregou o prato com a precisão de uma bailarina, evitando contato visual. No entanto, quando ele agradeceu — um murmúrio rouco, mas audível — ela o olhou por reflexo. E naquele instante, os olhos dele pareciam ter mudado. — Você não é francesa. — ele disse, de repente. — Não. Brasileira. — ela respondeu, com um sorriso rápido, já pronta para ir embora. — Paris é uma cidade difícil para quem começa do zero. — comentou ele, mais para si mesmo do que para ela. Camila parou. Aquilo a surpreendeu. Era raro alguém notar — ou se importar. — É. Mas a gente aprende a sobreviver. — ela respondeu, firme. — Posso trazer a sobremesa? Ele a observou por mais um instante e balançou a cabeça em negativa. — Não. Só a conta. Quando ela voltou com a conta, ele já havia deixado algumas notas dobradas na mesa. Camila pegou o dinheiro sem esperar gorjeta — mas ao desdobrar as cédulas, viu algo mais. Um cartão. Sem logotipo, sem nada. Apenas um número de telefone escrito à mão. E na parte de trás, uma frase: “Você não é invisível.” Camila ficou parada por alguns segundos, os dedos tremendo levemente. Quem era aquele homem? E por que, de todas as pessoas que passaram por sua vida, ele parecia ter enxergado o que ela passava tanto tempo tentando esconder?Adentro , en el hospital, la recepción estaba llena de actividad. Laura se acercó a la enfermera en la entrada, su corazón latiendo con fuerza. Preguntó por él con voz temblorosa.—En la sala de emergencias, vaya por ese lado—respondió la enfermera, con una mirada de compasión.Laura sintió que se le escapaba la esperanza. Enseguida corrió por el pasillo y fue cuando entre la gente miró a Irene y también a la señora Ariadna. Respiró hondo y se dirigió hasta ellas. —¿ Que haces aquí? Esto es tu culpa. Nunca debiste llegar a la vida de mi hijo. Solo le has traído desgracias — dijo Irene al verla. Laura sollozó. No tenía fuerzas para pelear. Ariadna le hizo señas con su mano para que se acercara. Laura caminó hasta ella con ansiedad. —¿ Cómo está Martin? ¿ Que dicen los médicos?— preguntó con ansias. — Martín no está bien cariño— dijo Ariadna llorosa. Entonces tomó sus manos con fuerza. — Gracias por venir. Yo confío en la providencia. Mi hijo se salvará — dijo. Laura suspiró aterr
Laura había llegado a Francia con la mente llena de sueños y expectativas. La nueva vida que había planeado parecía perfecta, un nuevo comienzo lejos del dolor y del pasado. Habían llegado al hotel y eran las dos de la mañana. David la dejó en una habitación junto con Lucas y el dormiría en otra. A la mañana siguiente irían a conocer la ciudad y mirarían casas. Tenían muchos planes y se sentía muy emocionados.— Extraño a papi — dijo Lucas cuando Laura lo acostó y besó su frente. Laura sintió un peso en su corazón. Ahora estaban tan lejos. No sabía si eso la aliviaba o la torturaba. — Cuando amanezca podrás llamarlo cariño. Ahora duerme. Mañana iremos a conocer la ciudad. Te gustará — El sonrió triste y cerró los ojos. Laura intentó pensar en él futuro maravilloso que le aguardaba y no en el pasado que había dejado en Canadá. Sin embargo, en el momento en que su teléfono sonó, su mundo se desmoronó. Era un número desconocido. —Laura, soy el enfermero de la señora Ariadna. Necesit
Martín había pasado toda la tarde bebiendo. No quería seguir pensando en Laura al lado de otro hombre. La imagen de ellos juntos lo torturaba, imaginándolos en una cama, riendo, compartiendo momentos que alguna vez había creído que serían solo suyos. La angustia se transformaba en rabia y desesperación a medida que el alcohol corría por sus venas. Debía hacer algo. Por última vez, alentado por los tragos, decidió ir a ver a Laura. Tenía que insistirle para que no cometiera la locura de casarse con alguien a quien no amaba....—Martin... cuánto tiempo —dijo el padre de Laura, abriendo la puerta. Su rostro reflejaba sorpresa y desconfianza.—¿Está Laura? —Era lo único en lo que podía pensar. Su voz temblaba, cargada de ansiedad.El padre de Laura le dio la noticia que lo dejó helado: Laura había salido minutos antes hacia el aeropuerto.—Si te apuras, puede que la alcances e impidas que se case sin amor —le dijo, y Martín sintió que su corazón aceleró. Sin pensarlo dos veces, corrió
Laura se sentó en el sofá, sintiendo el peso de la decisión que había tomado. Miraba a Lucas jugar en el suelo, su risa era un bálsamo para su alma, pero también un recordatorio constante de que su vida debía cambiar. Había pasado demasiado tiempo sintiéndose atrapada en un ciclo de dolor y desconfianza. La presencia de Martín siempre había sido una mezcla de amor y sufrimiento, y había llegado a la conclusión de que, mientras permaneciera a su lado, tanto ella como su hijo estarían constantemente en peligro. Aún no aparecía Bárbara, y eso amenazaba su paz. Debía alejarse de todo ese pasado.Los recuerdos de su relación con Martín la atormentaban. Las promesas rotas, las discusiones y el hecho de que no hubiera sido capaz de defender su amor. A pesar de que una parte de ella aún lo amaba con toda su alma, había decidido que era hora de dejar atrás el pasado y buscar un futuro más brillante para ella y Lucas. Sin embargo, la idea de renunciar a Martín, el amor de su vida, la llenaba
Martín intentó por todos los medios comunicarse con Laura. Pasaba tiempo con Lucas, su hijo, pero su mente siempre estaba ocupada por la ausencia de Laura. A veces, se sentía como un espectador en su propia vida, atrapado en un limbo de tristeza y anhelo.—¿Sabes que David le llevó flores a mamita? —preguntó Lucas un día mientras compartían un helado en el parque. Su voz era alegre, pero Martín sintió que su sangre hervía al escuchar el nombre de David.—Y el otro día los tres vimos películas. Mamá llora mucho, pero dice que David es bueno y la hace reír —continuó Lucas, ajeno a la tormenta emocional que se desataba en su padre.Martín sonrió con amabilidad, aunque su corazón se sentía como si estuviera siendo aplastado.—Pero quiero que regreses a casa —dijo Lucas con un gesto triste, lo que hizo que el dolor de Martín se intensificara.—Pronto, hijo. Hablaré con tu madre para que vengas el fin de semana. ¿Te gustaría? —Lucas abrió los ojos como platos, iluminando su rostro con una so
El hospital estaba lleno de un bullicio constante de enfermeras y médicos, pero para Martín, todo sonaba como un eco distante. Se había dejado llevar por la preocupación cuando Belinda, con una actuación convincente, había fingido sentirse mal. La mujer sabía que ese era el dia de la venganza de Barbara y no deseaba que Martin estuviera cerca, en la empresa y pusiera de algún modo frustrar los planes. Así que fingió fuertes dolores y le rogó a Martin que la llevara a la clínica. Martín , la había llevado creyendo que su estado era grave, pero algo no encajaba.Mientras esperaba en la sala de emergencias, Martín sintió que su instinto le decía que había algo más detrás de la actuación de Belinda. Ella no soltaba el teléfono y parecía muy relajada. — Pase señora , el doctor la revisará — dijo la enfermera. Barbara entró rápidamente y poco después salió. Parecía preocupada. Ya no lucia tan entusiasmada. Martín quiso entrar a hablar con el médico. Belinda le rogó que no lo hiciera pu
Último capítulo