No supe cómo interpretar eso.
Era una huésped no deseada en su casa, una a la que ahora evitaba, pero de la que aún se ocupaba. Me daba vergüenza, pero tampoco podía irme.
—No debería importarle lo que piensen los demás, señorita Navarro. Usted no es como los otros empleados de aquí. —Me dijo Lucas con calma.
—Por favor, entregue este mensaje al señor Rivera: Me gustaría trabajar como una empleada normal, no quiero atención innecesaria. —Suspiré.
—Sí, señorita Navarro. —Asintió secamente mientras las puertas del ascensor se abrían con un tintineo.
Esperé a que saliera en el piso 64, pero se quedó adentro, simplemente esperando.
—Debería ir sola si quiere que la traten como una empleada regular. —Explicó.
Mis labios formaron una O. Con las mejillas ardiendo, salí corriendo del ascensor y me detuve en el camino.
La escena frente a mí parecía sacada de una película; elegantes escritorios blancos se extendían por todo el espacio, con gente corriendo de un lado a otro, hablando y trabajando