Gracia
—Señora Calderón, elija sabiamente. No cometa errores. —José me siguió.
Me detuve y le lancé una mirada por encima del hombro. Sus ojos se clavaron en mí con dureza, pero cuando su mirada se encontró con la de alguien más detrás de mí, tragó saliva y dio un cauteloso paso hacia atrás.
Al instante, me di la vuelta para encontrar a Tristán mirándolo con frialdad. La sed de violencia detrás de sus ojos estaba bien disimulada, pero aun así, me provocó escalofríos en la espalda.
—Vámonos. —Susurré, atrayendo la atención de Tristán hacia mí.
Asintió secamente y se dio la vuelta. Su mano se cerró alrededor de mi muñeca otra vez, tirando de mí en silencio.
Frunciendo el ceño, mantuve la mirada fija en su mano. Probablemente debía decirle que podía caminar sola.
Podía caminar aunque mis piernas temblaran, mis manos se estuviesen enfriando y mi corazón se estuviese hundiendo.
Fui una tonta al pensar que Esteban luchaba por conservarme. Por un segundo, cuando lo encontré aferrándose a mí d