Kayla no puede creer la soberbia de este hombre. Es un completo sinvergüenza. No sabe si es verdad o si sus oídos han oído mal. ¿Será que Hades ya ha perdido completamente la razón? O será otro de sus planes para intentar seducirla. No tiene la respuesta a su pregunta. Lo único que entiende es que este mujeriego de mierda necesita que alguien lo ponga en su lugar. Y le baje esos humos de grandeza que tiene.
—Eres un loco. No creas que con esa artimaña tan baja lograrás convencerme. No soy como las mujeres que estás acostumbrado a tener, que no tienen cerebro, ni amor propio y caen a tus pies. Como si fueras la última coca del desierto —respondió Kayla caminando hacia la playa. —Y te lo advierto: si vuelves a intentar cualquier cosa, me veré obligada a amarrarte a una palmera para no correr peligro alguno contigo. ¿Entendiste?
Kayla usa un tono de voz más elevado. Quiere dejarle claro que no logra su cometido. Ella no es una de esas mujeres.
—Está bien —respondió Hades de mala gana.