El amanecer los encontró despiertos, rodeados de papeles, pantallas abiertas y mapas marcados. La carpeta de Eva era un laberinto de nombres, rutas de dinero y mentiras legalizadas. Pero dentro del caos, Valentina y Tomás encontraron patrones. Y eso era todo lo que necesitaban para comenzar.
No hablaron mucho. Las palabras sobraban cuando el plan empezaba a tomar forma.
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Mientras Valentina digitaba con precisión en su computadora, Tomás revisaba registros antiguos cruzados con movimientos recientes. Encontraron una empresa fachada en una torre financiera en Medellín. El encargado de esa firma había trabajado también para el Estado.
—Si lo filtramos a la prensa adecuada, se abre una grieta pública.
—No demasiado rápido —respondó Tomás—. Si lo hacemos bien, pensarán que fue un error interno.
Valentina sonrió. Por fin, la caza comenzaba a cambiar de rumbo. Era un giro sutil, pero decisivo. Lo sentían en el aire.
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Ese mismo día, Tomás fue a encontrarse con un viejo contacto suyo: un