A la mañana siguiente, la ciudad seguía igual de despiadada. Valentina ajustó su chaqueta negra mientras entraba al edificio de la firma. Su andar era elegante, firme, pero en su mente, el nombre de Sebastián Reyes martillaba como una advertencia constante.
Revisó el itinerario del día. Primera reunión: revisión del nuevo contrato con Reyes Industries. Perfecto. No podía ser peor. Al entrar a la sala de juntas, el ambiente ya estaba cargado de tensión. Sebastián estaba de pie junto a la ventana, mirando el horizonte con las manos en los bolsillos. La luz de la mañana lo perfilaba como una estatua griega moderna: imponente, impecable, inalcanzable. —Llegas puntual, doctora Duarte. Me agrada la gente que no pierde el tiempo —dijo sin mirarla, su voz baja y controlada. —Yo no tengo tiempo que perder, Reyes. Algunos trabajamos de verdad —contestó, dejando caer su carpeta sobre la mesa con fuerza medida. Él giró lentamente, esbozando una sonrisa tan peligrosa como encantadora. —¿Siempre tan afilada o solo cuando estás conmigo? —Solo cuando sé que el enemigo está en la sala. Sebastián soltó una risa suave, como si sus palabras fueran el mejor halago del mundo. —Me encanta tu sinceridad. Es refrescante en un mundo lleno de hipócritas. Se sentó frente a ella, dejando apenas unos centímetros entre ambos. Valentina abrió el contrato y empezó a repasar las cláusulas, sin darle el gusto de notar su cercanía. Pero él no jugaba limpio. —He revisado las modificaciones que sugirió anoche —comentó él, cruzando una pierna con elegancia—. Curioso… pareciera que intentas blindar a la empresa contra mí mismo. ¿No confías en tus propios clientes? Valentina lo miró por encima de los documentos, con una sonrisa fría. —No confío en nadie que tenga más cuentas offshore que sonrisas sinceras. Sebastián la observó durante unos segundos, evaluándola. Luego se inclinó un poco más cerca, bajando la voz. —Y sin embargo, aquí estás. Sentada frente a mí, firmando mi contrato. El aroma a madera y especias de su colonia le invadió los sentidos. Valentina respiró hondo, obligándose a mantener el control. —Porque aún no tengo pruebas suficientes para llevarte a prisión. Sebastián sonrió, satisfecho. —Eso es lo que más me gusta de ti, Valentina. Tu ambición es tan grande como tu deseo de justicia. Aunque no estoy seguro cuál es más fuerte. Hubo un silencio tenso. Las palabras no dichas flotaban en el aire, pesadas, peligrosas. Finalmente, ella cerró el contrato con fuerza. —La reunión terminó, Reyes. Te enviaré el borrador final esta tarde. Él se levantó despacio, recogiendo su maletín sin apartar la mirada de ella. —Espero con ansias nuestra próxima guerra. Y salió, dejando tras de sí una mezcla tóxica de deseo y desconfianza. Valentina se quedó sola, con el corazón acelerado y la mente en llamas. Se odiaba por lo que estaba empezando a sentir. Porque sabía que jugar con fuego no solo podía quemarla. Podía destruirla. ---------------------------------------- Esa noche, mientras revisaba el historial financiero de Reyes Industries, algo aún más perturbador apareció en su pantalla. Una transacción conectada con la desaparición de su hermano. Y el nombre de Sebastián Reyes involucrado. El juego acababa de comenzar.