Las calles comenzaron a llenarse al amanecer.
Primero fueron unas pocas personas frente al Palacio de Justicia, con velas y carteles con el rostro de Julián Gaitán. Después, estudiantes de universidades públicas, colectivos de derechos humanos, periodistas y ciudadanos comunes se sumaron a la marcha improvisada. Sin líderes. Sin políticos. Sin discursos. Solo una multitud cansada de callar.
Los medios, obligados por la presión social, comenzaron a transmitir en vivo desde diferentes puntos del país. En Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, las imágenes eran las mismas: miles de jóvenes marchando en silencio, cargando copias del archivo filtrado, con frases como:
—*"Lo mataron por decir la verdad."*
—*"Julián somos todos."*
—*"¿Quién sigue si callamos esto?"*
Desde su refugio, Valentina observaba la transmisión con los ojos húmedos.
—No lo están haciendo por política —murmuró—. Lo están haciendo por dignidad.
Tomás asintió, mientras revisaba los reportes de seguridad.
—Se prendió