Las declaraciones del presidente colmaron los titulares en cuestión de minutos. En todas las cadenas nacionales y medios digitales, la frase se repetía como una gota persistente:
> “Yo también fui engañado por Isabel Montenegro.”
Desde la comodidad de su sala blindada, rodeada de pantallas y asesores, Isabel lo observó con una mezcla de desprecio y fascinación. Movía lentamente la copa de whisky entre sus dedos, mientras su abogado personal intentaba explicarle el posible escenario legal.
—Si el presidente se aparta, sus aliados comenzarán a seguirlo. El Congreso se va a voltear —dijo el hombre con voz tensa—. Esto podría acelerar la investigación internacional.
Isabel sonrió apenas.
—El Congreso se voltea con quien tenga el dinero. Y el miedo. Yo sigo teniendo ambos.
Se levantó y caminó hacia la ventana. Desde el piso 28, la ciudad parecía en calma. Pero ella sabía que no lo estaba. Había movimientos, llamados urgentes, puertas que se cerraban.
—¿Sabe qué es lo que me molesta realmen