El lunes llegó con la promesa de una nueva semana, y con ello, la energía vibrante de nuestro taller. Había llegado con prisa, esta vez sin dejar atrás los zapatos, creía que aún por estar llegando un poco tarde no encontraría a nadie, sin embargo, me encontré con la puerta abierta. Layla había llegado antes, y con ella, un Gabriel que ya estaba sentado en su mesa de trabajo, revisando bocetos con una concentración digna de un genio. Me había disculpado por la tardanza, sintiendo mis mejillas arder, pero él, con su dulzura innata, me había tranquilizado.
Me dijo que él debía dejar de preocuparte tanto si llegaba tarde o no, de todas formas era la dueña, comentario que me hizo reír. su emoción de empezar la semana con un propósito lo había hecho llegar más temprano de lo que debía. Fiorella, nos animaba todos los lunes con un pan distinto, en esta ocasión fue un pan con frutas confitadas que sabía a gloria. Ella y Gabriel ahora eran casi mejores amigos, se la pasan bromeando para alig