El día del veredicto amaneció con un cielo nublado que parecía un reflejo de mi estado de ánimo. El nerviosismo me corroía por dentro, a pesar de que la lógica me decía que la prueba era irrefutable. El testimonio de Layla, las grabaciones de las cámaras de seguridad que Dumas había proporcionado, todo apuntaba a la culpabilidad de Lucas. Sin embargo, la ansiedad de no saber con certeza se sentía como un peso en el pecho. Me vestí con un traje sencillo, de un azul oscuro, y Dumas me llevó al juzgado. Su mano sostenía la mía con una firmeza que me daba la fuerza que necesitaba.
—Mi Lady, no hay nada de qué preocuparse —me aseguró—. Saldrás victoriosa.
—Lo sé —le respondí—. Pero... no puedo evitar sentirme nerviosa.
Llegamos al juzgado, y entramos en la sala de audiencias. Dumas me dejó en la entrada, porque no podía estar en el juicio por su trabajo. Mi familia ya estaba allí. Mis padres y Layla, me daban seguridad que te podría salir de esto en paz, me abrazaron con fuerza. Nos sentam