La mañana después del juicio se sintió diferente. El peso que había cargado por tanto tiempo ya no estaba allí, no tenía incertidumbres sino certezas, el miedo silencioso y la ansiedad constante, se había ido. Sentí una ligereza que no había experimentado desde hacía mucho tiempo. Me desperté en el apartamento de Dumas, en su cama, con el olor a sándalo y a su perfume, que se había vuelto mi perfume favorito, impregnado en las sábanas. Él no estaba, se había ido al trabajo temprano, pero había dejado una nota en la mesilla de noche que me hizo sonreír. Decía:
"Mi Lady, estoy en el trabajo, pero te esperaré en casa. Te quiero, Dumas."
Me levanté y me dirigí a la cocina. El apartamento de Dumas era un reflejo de su vida, tan diferente a la mía. Su decoración era simple, pero elegante, llena de luz, de arte y de un minimalismo que me daba paz. En la cocina, una máquina de café que parecía un robot, me hizo sonreír. Me preparé un café, y me senté en la barra, mirando por la ventana. El t