La llamada terminó con un "cuídate" y un "suerte mañana" de Dumas que, en cualquier otra circunstancia, me habrían llenado de calma. Pero no podía sacarme de la cabeza la imagen de Theo en mi puerta. Sus palabras, su coqueteo inadecuado, el miedo que me había provocado. Y ahora, Dumas se fue de emergencia. Era demasiado. Me dolía la cabeza y el corazón. Me senté en mi sofá, en mi apartamento, sintiéndome pequeña y sola de nuevo.
Los siguientes días fueron una especie de neblina. Me refugié en el trabajo, mi lugar seguro. Layla fue mi roca, mi cómplice silenciosa. No le conté lo de Theo. No pude. La vergüenza y el pánico eran demasiado grandes. Simplemente le dije que Dumas había tenido que viajar por una emergencia familiar. Ella lo entendió y me apoyó, sin hacer más preguntas.
Y así fue mi semana en Laurent Designs. Los días pasaron uno a uno, llenos de telas, bocetos, agujas e hilos. Mi equipo de quince personas era increíble. Estaban llenos de talento y pasión, y me seguían en cada