Si Estefanía pensaba que en la agencia había problemas de organización, era porque no los había visto preparando una celebración. Cruzaba la puerta de entrada luego de la reunión en el hotel cuando un sonido chillón la hizo dar un brinco. La recepcionista aplaudía, con una cornetita de cumpleaños en la boca. Cotillón, bebestibles, hasta una torta tenían en la sala de reuniones para festejar el nuevo contrato.
—¿Y Franco? No podemos empezar a celebrar sin Franco; él es el responsable de que este acuerdo haya llegado a buen término —comentó el jefe.
—Llegará más tarde —avisó alguien.
—Opino que le den el día libre, se lo merece —propuso otro, y el jefe asintió.
Desde un rincón, Estefanía observaba todo como si no estuviera ocurriendo en realidad. Era un sueño, donde ella apenas era una testigo; era el árbol en una obra infantil.
Franco llegó por fin y recibió una ovación, a la que respondió con una reverencia.
—Gracias, gracias. Como siempre digo, el trabajo duro tiene su recompensa y