Estefanía llegó a la cafetería diez minutos antes. Ordenó su desayuno en la mesa del rincón y esperó, hojeando una revista que sacó de un estante a su lado. Cada vez que sonaba la campanilla de la puerta, su corazón se agitaba por verlo llegar. En cualquier momento le daba un paro cardíaco.
Él entró justo a la hora acordada. De vestimenta casual, lucía tan distinguido como siempre. Recorrió con su vista todo el lugar y se quitó las gafas de sol al verla. Sus ojos volvieron a encontrarse y Estefanía obtuvo de él esa mirada tan engañosa y cruel, porque le hacía sentir una importancia que no existía, que era el cebo con el que Johannes obtenía siempre lo que quería.
Él era capaz de darlo todo con tal de obtener lo que quería. ¿Y qué quedaba luego, cuando dejabas de importarle? Tal vez ahora lo averiguaría.
—Hola, luces magnífica —se inclinó para besarle la mejilla. Su exquisito perfume también era parte del cebo.
—Lo mismo digo —expresó secamente ella, intentando mantenerse estoica y d