Capitulo 50. El Silencio Después de la Flecha
El acto fue irrevocable. En el momento en que Isabela hizo clic en "Enviar", sintió que algo cambiaba dentro de ella. No hubo una oleada de triunfo ni una punzada de miedo, sino la extraña y serena aceptación de que había elegido su camino. Había entrado en la guerra, no como soldado de Alessandro, sino como una potencia por derecho propio. Apagó la terminal y, por primera vez en días, el agotamiento la golpeó como una pared física. Se dejó caer en la cama, completamente vestida, y se sumió en un sueño sin sueños, el sueño de un soldado después de su primera batalla.
Se despertó horas más tarde por un silencio que era diferente. El zumbido constante de los servidores y los sistemas de ventilación del búnker parecía haberse atenuado, reemplazado por una quietud casi total. Se incorporó, confundida. La luz de su habitación estaba apagada.
Y entonces lo vio.
Alessandro estaba sentado en la única silla de su habitación, en la esquina más alejada, envuelto en sombras. No estaba trabajando.