Capitulo 10. La Primera Leccion
Me había dejado caer al suelo de mármol frío, un acto de rebelión silenciosa contra la opulencia de mi prisión. Mis ojos, llenos de furia y desafío, no se apartaron de los suyos. El aire vibraba con la tensión entre nosotros, denso como la bruma, el eco de mi desafío aún colgando en el ambiente. Mi cuerpo permanecía pegado al frío suelo, una declaración de principios inquebrantable.
Alessandro Lombardi me observó desde arriba. Sus ojos grises, antes gélidos, ahora parecían contener una chispa de... ¿qué? ¿Amusement? ¿O una paciencia infinita, la de un depredador que sabe que su presa no tiene escapatoria? El silencio se estiró, pesado, cargado de una expectativa casi dolorosa. Él no gritó. No intentó forzarme a levantar. Eso habría sido demasiado burdo, demasiado predecible para un hombre como él.
En cambio, con una calma deliberada que me heló la sangre, Alessandro se llevó una mano al cuello y aflojó el nudo de su corbata, el tejido oscuro cayendo suelto contra su camisa blanca inma