La luna colgaba como un medallón de plata en el cielo nocturno cuando Brianna atravesó corriendo los límites del territorio seguro. Sus pies descalzos golpeaban el suelo del bosque, pisando ramitas y hojas que crujían bajo su peso. El aire frío de la noche le quemaba los pulmones, pero no se detuvo. No podía.
Las palabras de amenaza aún resonaban en su cabeza. "Si no te alejas de él, me aseguraré de que ambos sufran consecuencias que ni siquiera puedes imaginar." La voz de Eliza, la loba que reclamaba a Damien como suyo por derecho de sangre y linaje, había sido un susurro venenoso que se había deslizado bajo su piel.
Pero Brianna no huía por miedo. No. Corría para forzar un final.
"Que me persiga," pensó mientras se adentraba más en la espesura. "Que decida de una vez."
El bosque se volvía más denso a cada paso, las ramas bajas arañaban sus brazos desnudos, dejando finos hilos de sangre que brillaban bajo la luz plateada. Pero algo extraño estaba ocurriendo. Con cada gota de sangre d