La fiebre llegó con la noche.
Sophia había parecido recuperarse del susto del lago, pero cuando Clara la acostó después de la cena, notó que la piel de la niña ardía al tacto. El pánico la invadió inmediatamente. Sophia era frágil, propensa a enfermarse, y el agua fría del lago combinada con el shock podían haber sido demasiado para su pequeño cuerpo.
Clara había enviado por el médico de la familia, quien llegó, examinó a Sophia y declaró que era una fiebre leve pero que requería vigilancia constante durante la noche. Lady Mercy había intentado insistir en que una de las criadas se quedara, pero Sophia se había aferrado a Clara con tal desesperación que incluso la prometida de Adrian tuvo que ceder, aunque lo hizo con expresión de profundo disgusto.
Ahora, pasada la medianoche, Clara estaba sentada en la silla junto a la cama de Sophia, aplicando paños fríos en su frente mientras la niña dormitaba inquieta. Cada gemido de incomodidad de Sophia era una puñalada en el pecho de Clara. Est