La noche se había vuelto densa y sofocante en la habitación de Clara. Después de acostar a Sophia y pasar más de una hora tranquilizando a la niña, había regresado a su cuarto con el cuerpo exhausto pero la mente aún acelerada por los eventos de la cena. Las palabras envenenadas de Lady Mercy, la mirada predadora de Victor, la defensa feroz de Adrian... todo se arremolinaba en su cabeza como una tormenta que se negaba a amainar.
Se había dejado caer en la cama sin siquiera quitarse completamente el vestido prestado, solo aflojando el corsé lo suficiente para poder respirar. El sueño la reclamó antes de que pudiera resistirse, arrastrándola hacia un mundo donde la razón ya no tenía voz.
El pasillo estaba a oscuras, iluminado apenas por las sombras danzantes de velas que parecían arder con vida propia. Clara caminaba descalza sobre las frías baldosas de mármol, sin saber hacia dónde se dirigía ni por qué sus piernas seguían moviéndose. El camisón blanco que llevaba era demasiado fino, ca