Clara cerró la puerta de su habitación con más fuerza de la necesaria, dejando a Victor al otro lado con su sonrisa inquietante y sus palabras que prometían problemas. El pomo tembló bajo su mano sudorosa mientras esperaba, conteniendo la respiración, hasta escuchar el sonido de sus pasos alejándose por el corredor.
Pero el silencio que siguió no trajo alivio, solo una ansiedad punzante que reptaba por su columna vertebral. La conversación inconclusa flotaba en el aire como una amenaza diferida. Victor había venido a buscarla en plena noche, y aunque ella había cerrado la puerta antes de que pudiera decir más, el mensaje era claro: él sabía algo, sospechaba algo, o simplemente había decidido convertirla en su nuevo entretenimiento.
Clara se ap