Era una mañana tranquila en el taller de Luca, el sonido del martillo contra el metal llenaba el aire. Luca trabajaba en el motor de un viejo coche mientras Matteo jugaba en el patio con sus juguetes. Bianca estaba en la galería, preparando una nueva exposición. La vida parecía estar en un equilibrio perfecto.
Entonces, un coche desconocido se detuvo frente al taller. Luca levantó la vista, limpiándose las manos con un trapo, mientras observaba a un hombre que bajaba del vehículo. Lo reconoció de inmediato. Era Alessandro, un antiguo aliado de su vida pasada. El tiempo había pasado, pero los años no habían borrado los recuerdos de sus días juntos en un mundo que Luca prefería olvidar.
Alessandro, vestido con ropa sencilla pero elegante,