El reloj marcaba las diez de la noche y la ciudad de Milán parecía estar envuelta en una calma engañosa. Matteo se encontraba en su oficina, la luz tenue del escritorio proyectando sombras sobre las paredes llenas de diplomas y reconocimientos. Frente a él, una montaña de expedientes que esperaban su atención, pero su mente no podía concentrarse. Sobre el escritorio, una vieja fotografía de sus padres, Luca y Bianca, lo observaba como un silencioso recordatorio de todo lo que habían vivido, de todo lo que habían dejado atrás... y de todo lo que aún pesaba sobre él.
Matteo tomó la foto en sus manos, repasando con los dedos el rostro de su madre, tan sereno como siempre, y la expresión endurecida pero llena de amor de su padre. Suspiró profundamente. D