El silencio en el pequeño departamento donde Matteo y Aurora se refugiaban era casi insoportable. Había una tensión acumulada, como una tormenta a punto de estallar. Aurora estaba sentada frente a la ventana, mirando la ciudad que se extendía más allá. La luz del atardecer teñía los edificios de un naranja cálido, pero en su interior solo había una fría sensación de agotamiento.
Matteo entró al salón, con las manos llenas de documentos. Su rostro mostraba las marcas de noches sin dormir y de una preocupación constante que nunca parecía disminuir.
—Encontré algo en los papeles que Franco nos dejó. —Su voz rompió el silencio, pero Aurora no se giró para mirarlo—. Hay una c