El aire fresco del amanecer en el pequeño pueblo costero tenía algo especial. Era un nuevo día, un nuevo comienzo. Bianca y Tao caminaban de la mano hacia una antigua casa de piedra que habían decidido comprar. Había estado abandonada durante años, con ventanas rotas y una estructura que parecía al borde del colapso, pero ambos vieron algo en ella: una oportunidad para construir un hogar, juntos.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Tao, observando las grietas en las paredes y la maleza que crecía descontrolada en el jardín.
—Absolutamente —respondió Bianca, con una sonrisa decidida—. Esta casa somos nosotros: tiene sus cicatrices, pero con esfuerzo y amor, puede ser hermosa de nuevo.
Tao rió ante su analogía, pero no pudo evitar sentirse conmovido. Estaba dispuesto a hacer de ese lugar un símbolo de todo lo que habían