43. La autora
Garrett vigiló el sueño de Livia como un centinela, no se movió de su lado y cuando la sentía, agitarse, seguramente por los recuerdos. Le acariciaba la mejilla con ternura y le susurraba al oído para que recobrara un poco la calma.
Le hería y le enfurecía ver a Livia sufriendo. Sobre todo, porque se sabía uno de los causantes de ese dolor. Si le hubiese hablado con la verdad desde el inicio, se habrían ahorrado tantas cosas; sin embargo, ya ni llorar era bueno.
Las cosas ya estaban consumadas y a él solo le quedaba arrastrarse por el perdón de Livia. Demostrarle que su amor era sincero y que la ayuda a Isla no tenía nada que ver con lazos sentimentales. Solo un acto humanitario.
«Es la mentira lo que destruye», le recordó su conciencia.
Garrett era consciente de ello, por lo que apartó todos esos pensamientos. Se sentó a la orilla de la cama y en algún momento del amanecer finalmente sucumbió al cansancio y las preocupaciones.
Livia parpadeó varias veces, desorientada.