Cap. 7. Aquella humillación no definiría su vida
El salón estaba impecable, con la luz de la tarde colándose por los ventanales y los muebles reluciendo. El aire tenía un aroma tenue a flores frescas, cada rincón transmitía elegancia.
Caroline entró con cuidado, con la esperanza de que aquel día transcurriera sin incidentes, con esa ilusión frágil que se rompía apenas escuchaba un paso demasiado fuerte o una risa que no le pertenecía. Pero la presencia de Leonardo siempre parecía anunciar tormenta.
Él apareció del otro lado del salón, imponente, con una mujer de su brazo. No era la primera vez que la veía, no era la de la grabación, sino alguien que debió aparecer en alguna reunión de socios, pero esta vez había algo distinto en esa mujer, su sonrisa estaba cargada de desafío, como si quisiera que Caroline la notara, que sintiera el desprecio de su cercanía.
Los tacones de la mujer resonaban contra el mármol y cada movimiento suyo era calculado. Leonardo se acercó lentamente, con esa seguridad que parecía envolver la habitación y