Cap. 15. Nadie tiene derecho a asustarte
Pasaron dos semanas desde que Caroline empezó a trabajar en la cafetería. Cada mañana entraba con pasos decididos, aunque el corazón le latiera con fuerza al pensar que aquel pequeño empleo representaba su independencia por primera vez. La cocina se había convertido en su refugio, un lugar donde podía crear, concentrarse y sentirse viva.
Una tarde, Mariano apareció en la cafetería mientras el dueño revisaba las ganancias.
- “Sabes, Mariano, creo que a Paulina le toca su sueldo y puedo costearlo ahora. El negocio va mucho mejor de lo que esperaba, y honestamente, se lo ha ganado. Hasta de los pueblos vecinos vienen por sus dulces”, dijo el hombre, con una sonrisa satisfecha.
Mariano asintió, dejando que una media sonrisa se dibujara en sus labios. Sus ojos avellana brillaban con una mezcla de satisfacción y algo que solo él conocía.
Cuando Caroline salió del local, Mariano la esperaba junto a la plaza. La luz del atardecer caía sobre su figura, iluminando su rostro con un respl