Leonidas contempló el rostro de Marisa y sintió ganas de darle su merecido al hombre que sin duda la había hecho sufrir.
-Mis orígenes son griegos aunque nací en Perth. Estudié en Sydney y luego pasé dos años en Nueva York y otros dos en Atenas. Volví a Sydney cuando mi padre y mi abuelo murieron en un accidente de coche.
-No me has mencionado a las mujeres de tu vida -dijo Marisa solemnemente.
Leonidas sonrió.
-Seguro que esperas que diga que ha habido muchas, cuando lo cierto es que son menos de las que imaginas.
-Supongo que eso depende de la interpretación de la palabra menos -Marisa terminó su té y miró su reloj-. Se está haciendo tarde.
-¿Qué te parece si cenamos juntos el sábado? -preguntó Leonidas mientras regresaban.
-¿Otra cita? ¿Tan pronto?
-Considéralo un preparativo para la comida del domingo con Milena y Sofía.
Por un momento Marisa había olvidado la reunión.
-¿Estará Cris?
-¿Quieres que te devuelva el favor como aliado?
Marisa se quedó petrificada. Leonidas no podía sab