El telón se alzó y, durante los siguientes minutos, Marisa se concentró en la magia de la acción que se desarrollaba en escena y en el canto de los actores.
El descanso llegó demasiado pronto, rompiendo el embrujo.
Angelie se puso en pie.
-¿Salimos a tomar algo?
-Yo no -dijo Marisa , y dedicó a Leonidas una sonrisa-. Pero no te quedes por mí.
-¿Stavros? -dijo Angelie con un matiz de impaciencia que él prefirió ignorar.
-No esperes por nosotros.
Angelie se encogió imperceptiblemente de hombros y se fue.
-Andarse con jueguecitos tiene un precio -dijo Stavros.
-¿En serio? Angelie parece llevar un cartel en la frente que dice mío cada vez que está cerca de ti. No me digas que no lo has notado.
-Es dueña de una boutique en Double Bay y nos relacionamos socialmente. Nada más.
-¿De verdad?
-¿Me crees?
-Yo no he dicho eso.
-Si hubiera estado con otra mujer, nunca se me habría ocurrido...
-¿Seducirme? -concluyó Marisa por él.
-Si no recuerdo mal, lo que sucedió entre nosotros aquella noche