-¿OTRA cita con Stavros? -bromeó Stavros cuando Marisa entró en el cuarto de estar unos minutos antes de la hora a la que había quedado en pasar a recogerla Stavros.
Aquella mañana había salido a hacer unas compras en las rebajas, algo que le había servido para distraerse y para poner al día su vestuario.
-No es una cita. Sólo hemos quedado para hablar -replicó con una sonrisa a la vez que besaba a su sobrino en la frente.
-Pues a mí me lo parece.
Marisa frunció el ceño.
-¿Quieres que te lleve mañana por la mañana a montar a caballo?
-De acuerdo, no es una cita.
-Gracias.
-Dejadlo ya -los reprendió Alice, sonriente. Luego miró a su hermana de arriba abajo-. Estás fabulosa.
Marisa había elegido un sencillo pero elegante vestido negro con zapatos de tacón a juego y se había maquillado lo justo.
-Realmente fabulosa -añadió Stavros con expresión burlonamente admirativa.
-Eres una auténtica amenaza -dijo Marisa con una sonrisa-. Que el cielo proteja a la población femenina dentro de diez