El Oblivion Lounge, con su característico brillo de luces de neón y su música pulsante, estaba en pleno apogeo. Las mesas privadas rodeaban la pista de baile, donde clientes envueltos en trajes caros y joyas relucientes disfrutaban de la atmósfera cargada de exclusividad. Emilia navegaba entre las mesas con destreza, llevando copas perfectamente equilibradas en su bandeja. Sabía que esa noche sería especialmente larga.
A mitad de su turno, un cliente asiduo y conocido por su actitud descarada le hizo una seña. Su mirada lujuriosa recorrió su figura antes de detenerse en su rostro. Emilia frunció el ceño, pero mantuvo una sonrisa profesional mientras se acercaba a él con la bandeja.
—Una más de tus pociones mágicas, preciosa —dijo el hombre, levantando su copa vacía hacia ella.
Emilia asintió y, cuando se inclinó ligeramente para recoger la copa, sintió una mano rozar su cadera. Su cuerpo se tensó de inmediato. Antes de que pudiera reaccionar, Miguel apareció como un rayo a su lado, co