—No recuerdo a tu hermana, pero recuerdo el caso del que hablas —dijo Alexander apartándose de ella. Emilia respiró con fuerza una vez que se alejó—. Fue una mala temporada para el negocio en aquella época.
Emilia no respondió, pues las únicas palabras que llegaron a sus labios en ese momento eran mordaces y tenía en claro que se encontraba en la cuerda floja. Al haberse sincerado con él, corría el riesgo de ser despedida. Alexander Sidorov era un hombre que se movía por beneficios y no iba a arriesgar el bienestar de su negocio por una simple camarera que jugaba a ser policía.
—Lo que estás buscando no es fácil de encontrar…
—Lo sé —respondió ella de inmediato. Lo miró a los ojos sin un ápice de miedo. Alexander se sentó en su silla detrás del escritorio, estudiando a la joven mujer delante de él bajo una nueva óptica. Por primera vez desde que la conoció vio la vida pulsando en sus ojos.
Frunció el ceño levemente, el rubio experimentó una sensación desconocida para él, o mejor dicho