Después de varias horas posterior a aquella conversación había llegado el momento de volver a la Residencia.
— ¿Nos vamos? — Dante se acerca hasta donde estaba Alicia.
— Bien — Respondió la mujer colocándose de pie.
Unos minutos después ambos habían abandonado las instalaciones de la Empressa. El vehículo se deslizaba con suavidad por las calles iluminadas de la ciudad, pero el ambiente dentro era cualquier cosa menos tranquilo.
Alicia y Dante iban sentados en la parte trasera, separados solo por unos centímetros, pero la tensión entre ellos era casi tangible.
El silencio entre ambos no era incómodo, sino cargado de algo más profundo, algo no dicho que flotaba en el aire como una amenaza latente.
Dante tamborileaba los dedos sobre su rodilla, pensativo. Aún no podía olvidar la reunión. La mente afilada de Alicia lo había tomado por sorpresa. No solo sabía negociar, sino que lo hacía con una precisión quirúrgica que incluso él respetaba.
Pero eso no era lo que lo molestaba.
No.
Lo que