La noche cayó sobre la mansión Moretti como un manto pesado, envolviendo cada rincón en una atmósfera silenciosa y cargada de misterio.
Dentro del despacho, las luces tenues apenas iluminaban la figura de Dante Moretti, quien permanecía sentado en su imponente sillón de cuero negro, con un vaso de whisky en la mano.
La botella, ya bastante vacía, descansaba sobre el escritorio junto a su teléfono.
Su mirada estaba fija en la nada, oscurecida por pensamientos que ni el alcohol lograba disipar.
Su mandíbula se tensaba y destensaba con cada sorbo, su mente aún atascada en la imagen de Alicia, en su maldito ex llamándola, en su desafiante actitud...
Su pecho subió y bajó con pesadez, la furia latente en cada fibra de su ser.
—Dante…
La voz suave y melódica de Montserrat irrumpió en la habitación.
La mujer entró con pasos ligeros, observando la escena con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Nunca te he visto tomar tanto.
Dante parpadeó lentamente, como si apenas estuviera dándose cuent